Ernestina Anchorena
lunes, 13 de abril de 2015
Muestra Camposanto - Museo Evita Palacio Ferreyra, Córdoba. Con Tomás Rautentrauch y Usos.
A lo largo de estos años este proyecto ha resonado en el alma de los
artistas de maneras diversas. Ha sido
volver a ese rio cambiante donde
nosotros mismos nunca somos los mismos y cada encuentro es diferente.
No hay una pura dimensión material en el universo de acciones y ritos
que se suceden en el Norte argentino para el día de los muertos.
Se construye con la ausencia, el recuerdo, el amor perdurable. Las ofrendas y las devociones parecen no
detenerse en la pérdida, en lo irreparable.
Como si el conocimiento ancestral de la tierra hablara, con serena
conciencia, de un orden imperturbable y
de nuestro paso fugaz por ella, donde la dimensión del universo proporcionara
este segmento breve donde la muerte es solo un evento transitorio que no ha de
mellar el impulso de los que siguen.
Son actos que enlazan y que
remarcan ese trazo atado a las cosas del mundo, con vocación de hermosear, de
compartir y de no olvidar.
Este día se comparte. Se abre
el corazón con la ocasión. Es un día a
celebrar y esta naturalidad del ritual le da, año a año, espesor a los
lugares. Cuando no se olvida, se agitan
las capas profundas de las vidas que han sido y nos hace enraizarnos y
sabernos, más fieles con lo que somos.
Camposanto nos despierta un sentido de pertenencia silenciosa, en el
entramado horizontal de las almas y la atadura de ese haz vertical invisible
que nos enhebra con el origen de todas las cosas y con el espacio que compartimos.
Aquí se cruzan la fe y las fuerzas latentes, las formas de entender y
de creer, la ausencia y el testimonio, la tierra y el cielo. Se cruza en cruces diversas.
En sillas que testimonian ausencias
y escaleras de pan o de palo, que también son puentes.
Serie "Coronas"- Fotografía digital-Toma directa. Lambda montado en sintra bajo acrílico de 3mm. 125 x 85 cm- 5 copias de cada- Año 2008 al 2013 - Muestra Camposanto-Museo Evita Palacio Ferreyra, Córdoba. Dic 2014
Las imágenes no son lo que aparentan, son apenas un retazo.
Hay que abrir los ojos enteros, traducir la
muerte a un lenguaje nuevo.
Y recibir las palabras como quien nace, por primera
vez.
En las cruces, las flores que no se
marchitan ni se despedazan, y se cuelan
en el color de la montaña a pura
estridencia.
Flores de plástico hechas
corona, capaces de perdurar un año entero de perfume imaginario y cimbrar con
la música propia del viento.
Puertas adentro ya se amasa, como quien
reza, como quien desea
y acaricia esa masa para transformarla en un gesto que
resume toda la espera y toda la ausencia.
Un arco que se tensa, como quien
arroja una piedra que traza medio círculo en el cielo…
Dos puntas que se tocan y no se saben de tan
ciertas.
Quedan las ofrendas,
atravesando el viento y los días, perdurando como si fueran
el manifiesto de un
deseo. La cruz cristiana se mezcla, todo uno en las ofrendas. Y se reza,
se baila y se festeja.
Para que suceda el milagro de sanarnos, con el
susurro de nuestros ancestros que bajan,
bendecidores.
Hay una belleza violenta, cruda,
propia solo
de lo que producen los espacios demasiado grandes. Y el silencio.
En
este día en donde todas las voces se abren y son música, para desatar la vida
en toda su dimensión posible.
Mis altares- Serie "Rezame" - Fotomontajes circulares de 60cm- Lambda montado en sintra bajo marco de cardón teñido de rojo de 20cm - Copia 1/3 - Año 2014
Apronto una escalera para que bajes desde algún cielo posible.
Escalerita de pan, de nubes, de árbol.
Todos los colores de tu recuerdo para que desates tus pasos y te vuelvas
bajo este día y esta noche de cielo abierto para encontrarnos.
Permite mi dios que vengan mis ánimas en tropel.
Amasé para ellos este pan del que tomarán su sabor.
Corté las flores olorosas y del mercado traje chicha y golosinas para mi angelito que vendrá , acariciando mis trenzas y haciendo que por un día
estemos meta risa y sin horizonte. Todo cielo acá y allá.
Bajarán por escaleritas de pan, de nubes, de árbol, de selva, de tuna y de cardón.
Ya está puesta la mesa con decoro.
Las ofrendas que son almitas, corazones y figuras de aquello te era propio.
He traído velas de colores y flores del monte
que huelen a miel.
Vamos a rezarte ahora para que vengas y nos sacudas el olvido.
Descuélgate de la escalera y baila un rato conmigo
para que se confunda mi sombra con tu sombra.
Mañana el viento cantará entre las coronas por un año entero,
hasta que sea otra vez hoy y bajes, emocionada, a abrazarme una vez más.
Así mantendremos vivo el recuerdo, achicando la distancia entre cielo y tierra.
jueves, 22 de diciembre de 2011
lunes, 5 de diciembre de 2011
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